Las M nadaban en el sueño de la tarde, un escalofrío le alertaba a una de ellas que algo estaba por suceder.
Llega un mensaje del laberinto, una señal del Minotauro que le dice a una de ellas: te traes algo. Se miran con asombro, pero tranquilamente van recordando el camino al laberinto, han dicho que ningún ser humano ha estado allí, le dice una M a la otra, sólo los dioses pueden entrar sin ningún problema. Ellas se arman de valor y se dirigen al lugar de la visión, no sin antes comprar alimento y bebida para el camino que es largo y parece eterno.
En algún momento dudan si todo esto es cierto, saben que el Minotauro no está solo y que el laberinto es difícil de recorrer. Saben que tal vez no regresen, que tal vez sean devoradas por la mítica bestia, pero eso a ellas no les importa. La voz del cabeza de toro es intrigante a la vez que firme, saben también que tal vez con suerte les muestre los tesoros que guarda; eso les hace caminar con pies ligeros.
Sudan las manos cuando tocan la puerta, dudan, no ven señales de vida. El Minotauro atiende y ellas pasan, ver el laberinto con sus propios ojos y ser recorridas por el ser las hace sentirse en un sueño. Muestra sus tesoros, ellas quieren quedarse y nunca salir del laberinto, dan a Asterión en sacrificio su sangre, él las toma y se alimenta de las M, ellas mueren sabiendo que su sacrificio ha valido la pena, que lo que acaban de escuchar es motivo suficiente para no salir con vida de ahí.
Cierran los ojos mientras el Minotauro les arranca la piel y la roja carne es expuesta. Han muerto, no conocerán mejor muerte.
Llega un mensaje del laberinto, una señal del Minotauro que le dice a una de ellas: te traes algo. Se miran con asombro, pero tranquilamente van recordando el camino al laberinto, han dicho que ningún ser humano ha estado allí, le dice una M a la otra, sólo los dioses pueden entrar sin ningún problema. Ellas se arman de valor y se dirigen al lugar de la visión, no sin antes comprar alimento y bebida para el camino que es largo y parece eterno.
En algún momento dudan si todo esto es cierto, saben que el Minotauro no está solo y que el laberinto es difícil de recorrer. Saben que tal vez no regresen, que tal vez sean devoradas por la mítica bestia, pero eso a ellas no les importa. La voz del cabeza de toro es intrigante a la vez que firme, saben también que tal vez con suerte les muestre los tesoros que guarda; eso les hace caminar con pies ligeros.
Sudan las manos cuando tocan la puerta, dudan, no ven señales de vida. El Minotauro atiende y ellas pasan, ver el laberinto con sus propios ojos y ser recorridas por el ser las hace sentirse en un sueño. Muestra sus tesoros, ellas quieren quedarse y nunca salir del laberinto, dan a Asterión en sacrificio su sangre, él las toma y se alimenta de las M, ellas mueren sabiendo que su sacrificio ha valido la pena, que lo que acaban de escuchar es motivo suficiente para no salir con vida de ahí.
Cierran los ojos mientras el Minotauro les arranca la piel y la roja carne es expuesta. Han muerto, no conocerán mejor muerte.