viernes, 10 de abril de 2009

Xavier Velasco en un barco chiquito

Toda puerta se abre cuando escribimos dormidos
el sueño es la vida más pura que nos resta

Francisco Hernández
¿Recuerdas esa vez? Íbamos subiendo esas escaleras de madera que rechinaban peligrosamente, como si de un momento a otro se abriera un hueco entre peldaño y peldaño y cayéramos sin remedio al centro del sueño.

¿Recuerdas bien lo que pasó? Cuando subimos hasta el último piso nos encontramos con un cuarto tan largo que parecía un salón de baile. El suelo también era de madera, todos nosotros -no recuerdo ahora cuántos éramos- empezamos a sacar de bolsas negras el producto del robo. Alguien bromeó diciendo que las bolsas negras eran como la noche y la luna era un agujero en medio de la bolsa, metes tu cabeza en la bolsa y puedes ver cada detalle del cosmos, bueno siempre y cuando no se te vaya la respiración.

Tú abriste la ventana y vimos hacia afuera, calle abajo empezaba el carnaval de nuestras vidas pasadas, cada una de ellas nos brindaba un trago y nosotros celebramos ya no ser esos que corrían por el suelo empedrado. Pasó cada día anterior y reconocimos nuestras sombras, pasó aquella luz con forma de voz que nos alentaba cada año a continuar la marcha, pasó Xavier Velasco en un barco chiquito, remando con un perro alado, y nosotros seguimos celebrando en esa gran habitación con la ventana por donde se asomaba una luna que nos amamantó toda esa noche, hasta que al día siguiente bajamos otra vez esas escaleras de madera que rechinaban peligrosamente, como si de un momento a otro se abriera un hueco entre peldaño y peldaño y cayéramos sin remedio al centro del sueño.