Ella está sola en una habitación desconocida, afuera la calle no le dice nada, tal vez un momento su alma vagó entre palabras que atravesaban el viento y rompieron algunas ramas en un árbol lejano, pero ella no lo sabe, sólo sabe que está allí y que no tiene ganas de ver a nadie.
Abre una cerveza y la bebe con avidez, el líquido resbala y conforta, estira las piernas y piensa en la cercanía de las paredes, en lo grande de esa cama, en las almohadas que no saben de sus sueños, tal vez piense en él, lo imagina, se levanta de la cama y se dirige al baño, se ve en el espejo y se hace muecas, como en las fotos no se gusta pero no reconoce sus ojos, vuelve y abre otra cerveza, enciende la televisión y el hombre muerto se le aparece como en una visión, ellos se conocen, ella lo visitó hace poco en su casa en París, pero él no atendió, estaba ya muy lejos y no salió a leer lo que ella le llevaba esa tarde, pero se lo dejó en la puerta por si algún día se interesaba y regresaba a tocar las letras que sólo le pueden dar calor como el sol que allí donde él está es tan difícil tomar.
Ella lo ve y lo imagina, sus ojos se cruzan más de una vez, él la puede reconocer pero no la recuerda, tanto tiempo fuera de la vida, tanto tiempo dentro de esa pantalla lo hacen perder ese recuerdo de una piel o de una voz que no sea la suya que sigue retumbando desde la muerte, ella lo sabe y por eso no le habla, por eso no le grita ¡hey Jim, te acuerdas de mí!? Porque sabe que ente ellos es mejor el silencio, es mejor seguir la voz del muerto que esa noche la acompaña en esa habitación desconocida, esa habitación de los muebles tan cerca uno del otro, que no dan tiempo de soñar con soltura, que no dan tiempo de pensar en otra cosa que no sea en abrir otra cerveza y pensar en el hombre que vino a visitarte esa noche desde la muerte.
Ella lo ve y lo imagina, sus ojos se cruzan más de una vez, él la puede reconocer pero no la recuerda, tanto tiempo fuera de la vida, tanto tiempo dentro de esa pantalla lo hacen perder ese recuerdo de una piel o de una voz que no sea la suya que sigue retumbando desde la muerte, ella lo sabe y por eso no le habla, por eso no le grita ¡hey Jim, te acuerdas de mí!? Porque sabe que ente ellos es mejor el silencio, es mejor seguir la voz del muerto que esa noche la acompaña en esa habitación desconocida, esa habitación de los muebles tan cerca uno del otro, que no dan tiempo de soñar con soltura, que no dan tiempo de pensar en otra cosa que no sea en abrir otra cerveza y pensar en el hombre que vino a visitarte esa noche desde la muerte.
2 cuadros de papel higiénico:
como dirían mis compañeras argentinas: me querés hacer llorar, boludo?
esto va más allá que decir ojito de remi... mucho más allá
sin palabras
secundo a la de arriba....
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